¿Y LA JUSTICIA DONDE ESTÁ? CRUCIFICADA EN LOS
ALTARES DEL CAPITAL
España: un Estado de derecho, un estado democrático, un
paradigma de libertad y bienestar… ¡una falacia mayor que los leones del
congreso!
A España, como democracia, se le supone una justicia
independiente, clara y eficaz… se le supone claro.
Caso del accidente en el aeropuerto de Madrid-Barajas:
154 víctimas mortales, conmoción en la sociedad española, una investigación
rigurosa y eficaz, multitud de manifestaciones y actos públicos para conmemorar
a las víctimas, promesas de mayor seguridad y reformas en materia aérea a
través de un mayor control de los mecanismos de vuelo y las compañías… ¡otra
falacia igual de grande que un Boeing 747!
Después de cuatro años, después de acusarse mutuamente
los partidos políticos y pedirse responsabilidades, después de una investigación, de un juicio y de golpes
en el pecho de los diferentes ministros en pos de aclarar todo el asunto, se
exonera de cualquier responsabilidad a los mecánicos de la compañía aérea y se
le echa la culpa a los pilotos, aún a sabiendas de que existen dudas más que
razonables de que fue más un fallo mecánico que de actuación de los pilotos y
resto de la tripulación.
Nos encontramos aquí, de nuevo, ante una nefasta
actuación de la Justicia española, que cuenta con tantos casos en su haber que
ya pierde uno la cuenta. Sin embargo, sorprende que se archive el caso aún con
este tipo de dudas razonables, sorprende que se culpe a los pilotos solamente
(los cuáles fallecieron) y se absuelva a los mecánicos, y por ende a la
compañía aérea. ¿De qué compañía aérea hablamos? Spanair, la mayor compañía
aérea española junto con Iberia, o dicho de otra manera, una compañía que
genera unos ingresos muy importantes y por tanto que pertenece al poder fáctico
español: Don dinero. ¡Qué diferente hubiese, sido si la compañía implicada
hubiera sido Ryanair!
Atendemos, una vez más, a la manipulación de la justicia a manos de
los perros del capital, de un gobierno títere que vela por los intereses de las
grandes economías, amparadas por un movimiento político enmascarado que define
Julio Anguita a la perfección: no diga la Transición, diga la Transacción,
gracias a la cual el poder económico pasó a ser el ventrílocuo de la escena
política española, los partidos mayoritarios su muñeco ajado, y los españoles
la masa indolente que aplaude ante tal esperpéntico espectáculo.
Por una justicia independiente, por un gobierno del
pueblo y para el pueblo, y por una economía justa y racional, ¡organicémonos y
luchemos por lo que es nuestro!